sábado, 12 de febrero de 2011

El otro día me retaron...



Hay cosas que necesitamos y no tenemos, hay cosas que tenemos y no necesitamos, y hay cosas nos damos cuenta que las necesitamos solo cuando las tenemos con nosotros. Esta es una reflexión extraña que he tenido en estos últimos días.

Ya les había contado de mi proceso de mudanza, lo que no les dije es que la familia que antes vivía en el apartamento tuvieron la "gentileza" de dejarnos un sinfin de cachivaches que si bien algunos nos han facilitado la existencia, otros nos han causado mucha curiosidad.

Este post se lo dedico a uno de ellos, porque no hay que ser malagradecido tampoco, cuando llegamos el primer día a la cocina nos encontramos con un pequeño horno eléctrico, o al menos eso es lo que parecía. Y es que si las cosas se parecen a su dueño puedo decir con certeza que los anteriores dueños del apartamento desconocían por completo el concepto de la palabra "higiene".

Ahí nos encontrábamos nosotros (mis 3 compañeros de apartamento y yo) alrededor de aquel electrodoméstico, tratando de descifrarlo como el Dr House y su equipo al rededor de un paciente con sintomas de lepra (viendo, pero con miedo a tocarlo)

Eduard: ¿Qué es eso chamo?
Hector: Un horno eléctrico... Creo...
Yo: ... Pero ¿Funcióna?
Galeno: Si vale, o eso me dijo la señora que me dio las llaves.
Yo: No lo parece.

En ese instante Hector abre la pequeña compuerta con algo de timidez, como si esperara que el pequeño aparato fuera a saltar a morderlo, lo que encontramos dentro no fue nada alentador. Era como si aquel microhornito hubiese sobrevivido al desastre de Chernovil o los nazis lo hubiesen usado para incinerar judíos, un completo desastre de acero quemado con grasa solida acumulada desde la época de Marcos Pérez Jiménez.

Un coro emitido por los cuatro sonó algo como "IAAAACK!!!"

Galeno: Hay que botar eso.
Yo: ¿Botarlo?, ¡Hay que enterrarlo!

Hector cerró la compuerta y lo encendió, el alambre metálico empezó a conducir rápidamente la electricidad poniendolo al rojo vivo.

Hector: No, no... Si funciona... Esto se puede arreglar si le hacemos un tratamiento intensivo de limpieza.
Eduard: Olvídalo, yo no voy a meter mi comida ahí.
Galeno: Yo tampoco, si meto un sandwich ahí se lo come.

Luego de un corto debate de lo que ocurriría con aquella pequeña máquina decidimos darle una oportunidad de vivir. Un par de soluciones químicas, trucos de la abuela para la limpieza, un tratamiento Ludóvico y un exorcismo fue lo más que pudimos hacer por él.

Desgraciadamente en ese entonces estaba tan impactado por el aspecto del horno que no se me ocurrió sacar una foto, pero para que tengan una imagen mental de como era los muchachos y yo lo bautizamos cariñosamente como "Wall-E"



Luego de esos días de arduo labor nos encontramos nuevamente al rededor del Wall-E no muy convencidos del resultado, pero luego de ese tiempo y las bromas hechas durante el proceso ya lo queríamos como a una mascota. El momento de la verdad había llegado, era hora de demostrar de que están hechos los hombres y las máquinas.

Nos empezamos a ver los rostros en aquel silencio incomodo mientras el reproductor de música sonaba la canción de R.E.M "It's the end of the world as we know it".

Galeno: Muy bien, ¿Quién va a ser el primero que lo pruebe?
Eduard: Conmigo no cuenten (dijo mientras se alejaba a la segura plancha de la cocina ha calentarse sus sandwichs en algo que no parecía un compactador de basura)
Yo: Si eres jeva.
Eduard: ¿A que no te calientas tu cena ahi?

Esa fue la tecla, recordé el parecido que tengo con Marty McFly, a mi nadie me dice gallina. Como Rocky Balboa puse mis ojo de tigre y lancé mi emparedado en la boca de Wall-E como los grandes, sin titubear.



Sorprendido por la velocidad de cocción, menos de 2 minutos ya estaba listo, y creo que lo saque a tiempo, porque pese a los chistes de Galeno, el submarino saló mordido.



Recogí mi plato y camine con falsa serenidad hacia la mesa, los muchachos hacían como si cada quien estuviera en lo suyo pero yo sentía sus miradas por el rabillo del ojo, luego de darme mi tiempo para ponerme cómodo, levanté mi emparedado y le di el mordisco más grande que pude.

El sabor de miles de comidas recalentadas atacaron mis papilas gustativas con tal velocidad que no pude distinguirlos todos, jamón, pollo, bisteks, pan, incluso lo que pudo haber sido una langosta fue lo que sentí pasearse en mi lengua.

Abrí los ojos y el apartamento se había ido, me encontraba en un campo de flores de un día soleado, a mi lado Wall-E, dotado de brazos y piernas me ayudó a levantarme y me llevo hasta el otro lado del campo donde me esperaba un unicornio. Entre los dos me explicaron muchas cosas, el sentido de la vida, la razón lógica de la etapa del piano de Silent Hill, y predijeron la fecha de salida de Chavez del poder.

Aquel unicornio blanco luego me dijo que quería presentarme a alguien, así que lo cabalgue a través de un arco iris doble mientras bebía de una copa de oro las lágrimas de cientos de niños de orfanatos hasta llegar al otro lado donde me esperaba Kim Kardashian.

Se me acercó con un sexy caminar y justo cuando la tenia en frente sujeto mi rostro y puso sus dedos en mis ojos diciéndome "¡Maríco! ¡Se esta moviendo!"

Habían pasado varios días desde aquella cena, luego que me quitaran la linterna del rostro me di cuenta que me encontraba en la camilla de un hospital. Sin duda alguna una de las cosas más extrañas que me ha pasado.

No puedo esperar esta noche llegar a mi casa y calentar mi cena otra vez. :D

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