Conozco a varias personas que se han quejado de vivir muy lejos de donde estudian o trabajan, normalmente dejan de victimizarse cuando les cuento como estudio en el centro de la ciudad y vivo a 10 kilómetros a las afuera de ésta, de cómo al salir de clases tomo un autobús hasta el final de la línea para luego caminar una hora por la autopista rodeada de campo habitada por vida silvestre hasta llegar a mi hogar en medio de la nada, nunca me quejé al respecto.
Mi madre, enfermera del hospital me llevaba por las mañanas pero de regreso hacia esa travesía solo durante dos horas, me relajaba el pasar ese tiempo solo y me ayudaba a pensar, no me molestaba y nunca me preocupaba por lo que me rodeaba, ensimismado en mis cosas caminaba sin preocuparme por nada, excepto por aquella tarde hace exactamente un año. Aquella tarde mi vida cambiaría completamente.
El camino seguía poco transitado como todas las tardes, la
brisa acariciaba sutilmente como siempre pero esta vez trajo algo diferente al
aroma de la vegetación húmeda, un fuerte olor golpeó mi nariz, un olor agrio
que se sintió como si me hubiesen dado un puñetazo en el rostro. Miré de un
lado a otro pero no encontraba nada por lo que salí del camino para adentrarme
en el pasto crecido, acercándome a los árboles donde el olor se hacía más
fuerte, fue cuando lo encontré.
El cadáver de un hombre que quien sabe cuánto tiempo llevaba
abandonado, mordidas en las piernas y el torso me dieron a entender que la
fauna local se había estado alimentando bien la noche anterior. Fue cuando me
acerqué más que vi el revolver que aún colgaba de su mano izquierda y la gran
herida en la sien. El ojo izquierdo se le veía desorbitado, tal vez la bala
rompió algún musculo dejándolo desviado con respecto al ojo derecho.
Una brisa sopló entre los árboles y me impregnó de aquel
olor repugnante provocándome arcadas. Retrocedí y de inmediato saqué mi
teléfono celular.
- Línea de emergencia, ¿En qué puedo ayudarle?
- Buenas tardes, encontré un cadáver a un par de kilómetros
a las afueras de la ciudad.
La operadora tomó los datos y dirección del lugar con total
tranquilidad, quien sabe cuántas llamadas como ésta recibiría a diario, sin
embargo, su última petición sería la que me marcaria de por vida.
- Una patrulla se dirige hacia allá, llegará en pocos
minutos. Por favor espere en el lugar. Gracias.
No tuve tiempo de replicar cuando colgó la llamada, no tuve
más opción que esperar.
Lo único que se escuchaba era el soplar de la brisa contra
los arbustos mientras los minutos parecían horas y el sol se ocultaba
lentamente en el horizonte; yo entre tanto me encontraba solo, sentado en
aquella roca intentando distraer la vista en los árboles, el cielo, el
crepúsculo, cualquier cosa menos el cadáver que se encontraba a pocos metros de
ahí con la mirada perdida, pudriéndose poco a poco.
Ya casi no quedaba luz en el cielo cuando se escuchó el
sonido del único auto que había pasado en más de una hora por aquella
carretera, al fin había llegado la patrulla. Se bajaron dos oficiales arrojando
bolsas de comida rápida en el interior del vehículo, acariciándose la barriga
de satisfacción.
Se acercaron los dos hombres uniformados, el primero se veía
como un hombre mayor y regordete, todavía con manchas de kétchup en el bigote
espeso que le cubría la cara compensando la calvicie que ya terminaba de
comerse su cabeza. Su compañero era un poco más alto y joven, traía una gran
sonrisa como si le acabara de gastar una broma al otro oficial.
- Hola muchacho – Me dijo el oficial mayor con una voz
gruesa - ¿Tú fuiste quien realizó la llamada?
Asentí lentamente, mis padres no me iban a creer cuando
llegara a casa.
- Soy el oficial Ramírez, él es el oficial Vázquez – Ambos oficiales
levantaron sus identificaciones, no había suficiente luz en el lugar para poder
detallarlas así que aquel gesto no importó mucho – Y, ¿Dónde está?
Alcé la mano hacia el bulto que se encontraba tirado en el
suelo. El oficial joven sacó una linterna e iluminó la zona haciendo volar
varios insectos que se habían posado sobre el cadáver.
- ¡Bingo! – Exclamó caminando hacia el cuerpo mientras sacaba
unos guantes de hule de sus bolsillos y se los colocaba sosteniendo la linterna
con su boca.
- ¡No muevas nada! – Exclamó el hombre mayor frente a mí, Vázquez
solo agitó la mano hacia atrás, entendí que no era la primera vez que le
advertía aquello.
El oficial Ramírez entonces encendió una linterna que le
colgaba de un tirante y sacó una libreta de notas, mojando el bolígrafo con la
punta de la lengua como recuerdo solía hacer mi anciana abuela para humedecer
la tinta y empezó a tomar nota de la hora.
- Entonces, cuéntamelo todo.
“Cuéntamelo todo”, ¿Contarle qué? ¿Qué iba caminando hacia
mi casa y me encontré un cadáver y que llevo casi dos horas esperando a que
lleguen al lado de un cuerpo que quien sabe cuánto tiempo llevo ahí? Sí, eso le
conté.
- Entiendo tu molestia muchacho, esto es solo rutina. – Dijo
sin dejar de anotar rápidamente en su libreta, si bien parecía que creía mi
historia también le importaba poco mi molestia - Tan solo préstame un momento
tu carnet de identidad para tomar tus datos y luego te puedes retirar.
Saque mi carnet y se lo entregué mientras el oficial joven
se acercaba lentamente revisando una billetera, su rostro se veía tenso, como
si al joven le costara pensar.
- Hombre de 34 años, no hay señales de pelea, el arma fue
disparada una sola vez y hay quemaduras de pólvora en la herida lo que
significa que el arma estaba apoyada en la cabeza al momento del disparo – La última
conclusión la acompañó con un gesto de los dedos sobre su sien y escupiendo de
sus labios el sonido de una explosión, continuó hablando apenas tomando aire
para continuar – En la billetera se encuentra todo, dinero y carnet de
identidad – La abrió y la mostró, su identificación estaba en frente pero no
pude leer el nombre del sujeto excepto las iniciales A y L, el otro oficial
seguía tomando mis datos y parecía no prestarle atención – No hay más huellas
que las del sujeto y el muchacho. Conclusión: Suicidio.
- Y supongo no dejaste la escena intacta para los verdaderos
criminalistas – El joven borró su sonrisa dejando caer los brazos, desviando la
quijada como si le acabara de llegar un sabor desagradable al paladar – Vuelve a
poner eso donde lo encontraste. Toma muchacho, ya te puedes ir.
Recuperé mi carnet y me di vuelta para retirarme, una brisa
trajo a mi nariz el olor repulsivo del cadáver provocándome más nauseas de las
que ya tenía, haciéndome perder el paso. No estoy seguro si fue el olor o fue
lo que escuche decir al oficial joven a lo lejos, a través del silencio de la
noche.
- Mira esta foto, tenía una familia preciosa. ¿Qué haría que
un hombre como éste se suicidara?
Caminé lento hasta mi casa, mareado y aturdido. Esa noche soñé
con aquel muerto, las siguientes noches también.
Todas las noches era lo mismo, yo me encontraba sentado en
aquella roca en el atardecer pero en un campo abierto con un árbol seco y el
pasto arruinado. Frente a mí el cuerpo tendido de AL tal cual como lo había encontrado
aquella noche, carcomido y manchas de sangre seca en la ropa, con el orificio
de bala en la cabeza y la mirada perdida en el cielo. Aquel sueño no duraba más
de unos minutos pero al despertar ya había amanecido y me levantaba tan cansado
como me había acostado la noche anterior.
Durante un mes mis noches eran exactamente iguales, no
importaba que tan temprano me acostara ni que tan tarde me levantara, sentía
que no descansaba con aquel sueño tan tétrico. Cada vez más decaído y deprimido
hasta que una noche fue diferente.
Del árbol seco de mi sueño comenzaron a brotar hojas y las
ramas se veían más altas, una suave brisa las movió como si la vida intentara emanar
de él, pero no era lo único diferente en el sueño ya que AL también se veía diferente.
La ropa se veía rasgada y ensangrentada, el agujero en su cabeza seguía allí
pero las heridas en su torso y las piernas ya no estaban.
Me levanté de la piedra intrigado de aquel cambio y me
acerqué a AL y me incliné hacia él intentando encontrar otros detalles
diferentes en aquel sueño, fue cuando me acerqué a su rostro que vi como sus
ojos se movieron bruscamente fijos en los míos, aquellos ojos rojizos y
ensangrentados carentes de vida.
- Eres curioso.
Cuando desperté estaba bañado en sudor con aquella
carrasposa voz retumbando en mi cabeza, una voz muerta de alguien que no había hablado
en mucho tiempo con aquella garganta reseca y podrida. Decidí no dormir más.
Tenía miedo de encontrármelo otra vez, por las noches tomaba
café, hacia ejercicio, leía libros. Intentaba hacer cualquier cosa que me
mantuviera despierto pero poco después de una semana mi cuerpo no resistió,
mientras estudiaba para un examen volví a caer dormido sobre la mesa.
La brisa soplaba el árbol aún más crecido, yo estaba sentado
en aquella roca y AL se encontraba tal cual lo había dejado, debajo de aquel árbol
con la herida en su cabeza y la ropa ensangrentada.
Me levanté de la roca y vi como los ojos de AL se posaron nuevamente
sobre mí.
- Eres curioso – Repitió.
Yo guardé silencio, nunca me imaginé que giraría la cabeza y
empezara a levantarse tal cual como lo hizo. Torpemente empezó a enderezar su
cuerpo como si hace tiempo no lo usara, dejando escapar uno que otro quejido de
dolor. Aclaró su garganta y su voz se hizo más clara y a su vez más grave.
- Demasiado curioso – Completó de decir.
- ¿Quién eres? ¿Por qué me atormentas? – Le pregunté, sin
darme cuenta había retrocedido.
- ¿Yo?, Tu eres quien provocó todo esto – Me respondió viéndome
a los ojos alzando los brazos con pesadez como si quisiera mostrarme todo lo
que había alrededor. Su rostro era inexpresivo pero notaba que apenas lo podía
mover al hablar, la bala tal vez había atrofiado los músculos de su rostro.
- No te entiendo.
- Tú eres el chico curioso que perturbó mi lugar de descanso.
Entonces lo comprendí, estuve horas junto a su cadáver cuando
el sujeto quería estar solo. Aquello debió haberlo molestado y por ello me acechaba.
- No fue mi intensión molestarte – Intenté sonar lo más
arrepentido que podía – Discúlpame.
- ¿Discúlpame? – Escupió el hombre – De esto no hay
disculpa, de esto solo hay una salida – El sujeto caminó hacia mi tan cerca que
pude sentir su aliento en mi rostro – Debes morir.
Aquel sueño fue el más corto de todos los que tuve, decidí
pedir ayuda a mis padres.
No sabía si aquello era real, ¿Acaso me había imaginado todo?
Nunca me caractericé por ser imaginativo, mi padre de todos modos lo tomó
bastante tranquilo; “Ya se le pasará, solo trata de llamar la atención”, “Ese
muchacho no ha visto lo que yo he visto”; Mi padre sirvió en el ejército por un
par de años y ya se cree héroe de guerra, mi madre lo tomó de una manera
totalmente diferente.
Visité varios tipos de terapeutas y cada doctor daba un
diagnostico diferente, un trauma psicológico, resolvieron el problema de la única
manera que resuelven los problemas los doctores, con pastillas. Píldoras para
dormir y antidepresivos pasaron a ser parte de mi dieta; funcionaron, dejé de
soñar con AL, dejé de soñar con todo.
Aunque dormía seguía sin descansar, no importaba cuanto
antidepresivo tomara, sentía mi cuerpo más pesado cada día como si la vida se
me escapara poco a poco del cuerpo. Me dejó de importar mis calificaciones, me
dejó de importar mi futuro, me dejó de importar mi familia. El tratamiento lo
seguí durante meses hasta que no aguanté más, una noche tomé todas esas
pastillas y las arrojé por el drenaje, esa misma noche AL volvió.
El árbol se veía frondoso, el césped empezaba a crecer en
aquel campo y el atardecer se veía anaranjado. AL no se encontraba tendido en
el suelo como siempre, estaba recostado al árbol como si me estuviese
esperando, sus ropas ya no estaban manchadas de sangre ni su rostro. El agujero
de bala seguía ahí pero no era más que un enorme orificio negro en su rostro.
- Eres curioso – Me dijo al voltear a verme, su rostro
seguía tenso.
- Si, lo sé. Sigo sin entender – Le dije levantándome de la
roca, hace tiempo no me sentía tan molesto.
- No hay nada que entender, tú te provocaste esto.
- Eso ya lo dijiste, perturbé tu lugar de descanso, ¡No fue
mi intención! ¡Ya déjame tranquilo!
AL se levantó y caminó hacia mí, mucho más firme que la vez
anterior.
- No puedo hacer eso, Debes morir.
Me acerqué a él desafiante, intentando enderezar la espalda
para parecer más alto pero no importa cuánto me erguía, él era un hombre
grande.
- ¿Y quién va a matarme? ¿Tú?
Justo después de hacer esa pregunta me arrepentí de haberla
formulado, había dejado que la ira me controlara en ese momento y noté que la
respuesta ya la sabía antes que me la dijera.
- ¿Yo?, ¿Cómo esperas que te mate si ya estoy muerto? – AL colocó
su mano en mi hombro aun con sus ojos inexpresivos – Debes suicidarte.
Pasaron los meses y los sueños continuaron. Mi cuerpo se
desgastaba cada vez más, bajé de peso y mi rostro envejecía a una velocidad
pasmosa, en la universidad me empezaron a llamar “El muerto”, si tan solo
supieran. Aunque los sueños se volvieron más variados siempre empezaban igual,
yo sentado en la roca y él recostado en el árbol. Era entretenido tener con
quien charlar durante las noches, en ocasiones eran amenas las conversaciones
con AL aunque solo duraran minutos siempre terminaban con aquel tétrico mensaje,
“Debes morir”. Pero hubo un sueño en particularmente diferente, el de anoche.
Tan solo empezar noté algo diferente, no me encontraba en la
roca. Estaba tirado en el césped ya frondoso que bailaba al ritmo de
refrescante brisa, al abrir los ojos veía la copa del árbol sobre mi lleno de
vida cubriéndome de la luz del amanecer; por primera vez en mucho tiempo me sentía
en paz.
Había algo en mi mano, un metal caliente y pesado, me costó
un poco levantarlo sobre mí para poder verla bien; un gran revolver todavía
humeante en el cañón. Extrañado me senté para detallar el arma, fue cuando noté
la sangre que tenía en el cuello y la ropa. Temblando solté el revólver y toqué
mi rostro buscando la herida, tenía un gran agujero en mi sien.
- Parece que ya lo decidiste.
Aquella voz familiar vino de detrás de mí, AL me veía sentado
en aquella roca que yo tan bien conocía con una sonrisa en el rostro. Ya se
veía completamente curado y había recuperado sus expresiones faciales. El
hombre se levantó y caminó colocándose frente a mí, se inclinó y me colocó una
mano en el hombro.
- ¿Ya lo entiendes?, Debes morir – El tono de voz con el que
me dijo aquellas palabras había sido el mismo de siempre pero su rostro había cambiado,
aunque su boca esbozaba una brisa tranquilizadora sus ceño estaba fruncido como
si la tristeza y la culpa lo invadiera - ¿Sabes qué fecha es hoy?
Un sonido a lo lejos me hizo mirar detrás de AL quien
pareció no percatarse de una mujer de cabello largo que caminaba a lo lejos, no
pude ver su rostro.
Desperté de aquel sueño buscando el calendario, hace
exactamente un año había conseguido el cuerpo de AL en aquel campo. Regresé a
mi cama y me quedé contemplando el techo de mi cuarto por largo rato,
ciertamente AL tenía razón, ya lo había decidido.
Hace unos minutos entré al cuarto de mi padre y tomé su
revolver. Dejo estas palabras como testimonio de lo que he vivido esperando las
encuentren luego de que hayan encontrado mi cuerpo. Solo quiero que sepan que
por fin podré descansar.
Me siento mal por aquella chica, espero poder decirle que lo
lamento y que no es mi intención hacerla pasar por esto. Supongo que está en
nuestra naturaleza, somos muy curiosos… Demasiado.
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