jueves, 30 de octubre de 2014

Parasomnia



Conozco a varias personas que se han quejado de vivir muy lejos de donde estudian o trabajan, normalmente dejan de victimizarse cuando les cuento como estudio en el centro de la ciudad y vivo a 10 kilómetros a las afuera de ésta, de cómo al salir de clases tomo un autobús hasta el final de la línea para luego caminar una hora por la autopista rodeada de campo habitada por vida silvestre hasta llegar a mi hogar en medio de la nada, nunca me quejé al respecto.

Mi madre, enfermera del hospital me llevaba por las mañanas pero de regreso hacia esa travesía solo durante dos horas, me relajaba el pasar ese tiempo solo y me ayudaba a pensar, no me molestaba y nunca me preocupaba por lo que me rodeaba, ensimismado en mis cosas caminaba sin preocuparme por nada, excepto por aquella tarde hace exactamente un año. Aquella tarde mi vida cambiaría completamente.
El camino seguía poco transitado como todas las tardes, la brisa acariciaba sutilmente como siempre pero esta vez trajo algo diferente al aroma de la vegetación húmeda, un fuerte olor golpeó mi nariz, un olor agrio que se sintió como si me hubiesen dado un puñetazo en el rostro. Miré de un lado a otro pero no encontraba nada por lo que salí del camino para adentrarme en el pasto crecido, acercándome a los árboles donde el olor se hacía más fuerte, fue cuando lo encontré.
El cadáver de un hombre que quien sabe cuánto tiempo llevaba abandonado, mordidas en las piernas y el torso me dieron a entender que la fauna local se había estado alimentando bien la noche anterior. Fue cuando me acerqué más que vi el revolver que aún colgaba de su mano izquierda y la gran herida en la sien. El ojo izquierdo se le veía desorbitado, tal vez la bala rompió algún musculo dejándolo desviado con respecto al ojo derecho.
Una brisa sopló entre los árboles y me impregnó de aquel olor repugnante provocándome arcadas. Retrocedí y de inmediato saqué mi teléfono celular.
- Línea de emergencia, ¿En qué puedo ayudarle?
- Buenas tardes, encontré un cadáver a un par de kilómetros a las afueras de la ciudad.
La operadora tomó los datos y dirección del lugar con total tranquilidad, quien sabe cuántas llamadas como ésta recibiría a diario, sin embargo, su última petición sería la que me marcaria de por vida.
- Una patrulla se dirige hacia allá, llegará en pocos minutos. Por favor espere en el lugar. Gracias.
No tuve tiempo de replicar cuando colgó la llamada, no tuve más opción que esperar.
Lo único que se escuchaba era el soplar de la brisa contra los arbustos mientras los minutos parecían horas y el sol se ocultaba lentamente en el horizonte; yo entre tanto me encontraba solo, sentado en aquella roca intentando distraer la vista en los árboles, el cielo, el crepúsculo, cualquier cosa menos el cadáver que se encontraba a pocos metros de ahí con la mirada perdida, pudriéndose poco a poco.
Ya casi no quedaba luz en el cielo cuando se escuchó el sonido del único auto que había pasado en más de una hora por aquella carretera, al fin había llegado la patrulla. Se bajaron dos oficiales arrojando bolsas de comida rápida en el interior del vehículo, acariciándose la barriga de satisfacción.
Se acercaron los dos hombres uniformados, el primero se veía como un hombre mayor y regordete, todavía con manchas de kétchup en el bigote espeso que le cubría la cara compensando la calvicie que ya terminaba de comerse su cabeza. Su compañero era un poco más alto y joven, traía una gran sonrisa como si le acabara de gastar una broma al otro oficial.
- Hola muchacho – Me dijo el oficial mayor con una voz gruesa - ¿Tú fuiste quien realizó la llamada?
Asentí lentamente, mis padres no me iban a creer cuando llegara a casa.
- Soy el oficial Ramírez, él es el oficial Vázquez – Ambos oficiales levantaron sus identificaciones, no había suficiente luz en el lugar para poder detallarlas así que aquel gesto no importó mucho – Y, ¿Dónde está?
Alcé la mano hacia el bulto que se encontraba tirado en el suelo. El oficial joven sacó una linterna e iluminó la zona haciendo volar varios insectos que se habían posado sobre el cadáver.
- ¡Bingo! – Exclamó caminando hacia el cuerpo mientras sacaba unos guantes de hule de sus bolsillos y se los colocaba sosteniendo la linterna con su boca.
- ¡No muevas nada! – Exclamó el hombre mayor frente a mí, Vázquez solo agitó la mano hacia atrás, entendí que no era la primera vez que le advertía aquello.
El oficial Ramírez entonces encendió una linterna que le colgaba de un tirante y sacó una libreta de notas, mojando el bolígrafo con la punta de la lengua como recuerdo solía hacer mi anciana abuela para humedecer la tinta y empezó a tomar nota de la hora.
- Entonces, cuéntamelo todo.
“Cuéntamelo todo”, ¿Contarle qué? ¿Qué iba caminando hacia mi casa y me encontré un cadáver y que llevo casi dos horas esperando a que lleguen al lado de un cuerpo que quien sabe cuánto tiempo llevo ahí? Sí, eso le conté.
- Entiendo tu molestia muchacho, esto es solo rutina. – Dijo sin dejar de anotar rápidamente en su libreta, si bien parecía que creía mi historia también le importaba poco mi molestia - Tan solo préstame un momento tu carnet de identidad para tomar tus datos y luego te puedes retirar.
Saque mi carnet y se lo entregué mientras el oficial joven se acercaba lentamente revisando una billetera, su rostro se veía tenso, como si al joven le costara pensar.
- Hombre de 34 años, no hay señales de pelea, el arma fue disparada una sola vez y hay quemaduras de pólvora en la herida lo que significa que el arma estaba apoyada en la cabeza al momento del disparo – La última conclusión la acompañó con un gesto de los dedos sobre su sien y escupiendo de sus labios el sonido de una explosión, continuó hablando apenas tomando aire para continuar – En la billetera se encuentra todo, dinero y carnet de identidad – La abrió y la mostró, su identificación estaba en frente pero no pude leer el nombre del sujeto excepto las iniciales A y L, el otro oficial seguía tomando mis datos y parecía no prestarle atención – No hay más huellas que las del sujeto y el muchacho. Conclusión: Suicidio.
- Y supongo no dejaste la escena intacta para los verdaderos criminalistas – El joven borró su sonrisa dejando caer los brazos, desviando la quijada como si le acabara de llegar un sabor desagradable al paladar – Vuelve a poner eso donde lo encontraste. Toma muchacho, ya te puedes ir.
Recuperé mi carnet y me di vuelta para retirarme, una brisa trajo a mi nariz el olor repulsivo del cadáver provocándome más nauseas de las que ya tenía, haciéndome perder el paso. No estoy seguro si fue el olor o fue lo que escuche decir al oficial joven a lo lejos, a través del silencio de la noche.
- Mira esta foto, tenía una familia preciosa. ¿Qué haría que un hombre como éste se suicidara?
Caminé lento hasta mi casa, mareado y aturdido. Esa noche soñé con aquel muerto, las siguientes noches también.
Todas las noches era lo mismo, yo me encontraba sentado en aquella roca en el atardecer pero en un campo abierto con un árbol seco y el pasto arruinado. Frente a mí el cuerpo tendido de AL tal cual como lo había encontrado aquella noche, carcomido y manchas de sangre seca en la ropa, con el orificio de bala en la cabeza y la mirada perdida en el cielo. Aquel sueño no duraba más de unos minutos pero al despertar ya había amanecido y me levantaba tan cansado como me había acostado la noche anterior.
Durante un mes mis noches eran exactamente iguales, no importaba que tan temprano me acostara ni que tan tarde me levantara, sentía que no descansaba con aquel sueño tan tétrico. Cada vez más decaído y deprimido hasta que una noche fue diferente.
Del árbol seco de mi sueño comenzaron a brotar hojas y las ramas se veían más altas, una suave brisa las movió como si la vida intentara emanar de él, pero no era lo único diferente en el sueño ya que AL también se veía diferente. La ropa se veía rasgada y ensangrentada, el agujero en su cabeza seguía allí pero las heridas en su torso y las piernas ya no estaban.
Me levanté de la piedra intrigado de aquel cambio y me acerqué a AL y me incliné hacia él intentando encontrar otros detalles diferentes en aquel sueño, fue cuando me acerqué a su rostro que vi como sus ojos se movieron bruscamente fijos en los míos, aquellos ojos rojizos y ensangrentados carentes de vida.
- Eres curioso.
Cuando desperté estaba bañado en sudor con aquella carrasposa voz retumbando en mi cabeza, una voz muerta de alguien que no había hablado en mucho tiempo con aquella garganta reseca y podrida. Decidí no dormir más.
Tenía miedo de encontrármelo otra vez, por las noches tomaba café, hacia ejercicio, leía libros. Intentaba hacer cualquier cosa que me mantuviera despierto pero poco después de una semana mi cuerpo no resistió, mientras estudiaba para un examen volví a caer dormido sobre la mesa.
La brisa soplaba el árbol aún más crecido, yo estaba sentado en aquella roca y AL se encontraba tal cual lo había dejado, debajo de aquel árbol con la herida en su cabeza y la ropa ensangrentada.
Me levanté de la roca y vi como los ojos de AL se posaron nuevamente sobre mí.
- Eres curioso – Repitió.
Yo guardé silencio, nunca me imaginé que giraría la cabeza y empezara a levantarse tal cual como lo hizo. Torpemente empezó a enderezar su cuerpo como si hace tiempo no lo usara, dejando escapar uno que otro quejido de dolor. Aclaró su garganta y su voz se hizo más clara y a su vez más grave.
- Demasiado curioso – Completó de decir.
- ¿Quién eres? ¿Por qué me atormentas? – Le pregunté, sin darme cuenta había retrocedido.
- ¿Yo?, Tu eres quien provocó todo esto – Me respondió viéndome a los ojos alzando los brazos con pesadez como si quisiera mostrarme todo lo que había alrededor. Su rostro era inexpresivo pero notaba que apenas lo podía mover al hablar, la bala tal vez había atrofiado los músculos de su rostro.
- No te entiendo.
- Tú eres el chico curioso que perturbó mi lugar de descanso.
Entonces lo comprendí, estuve horas junto a su cadáver cuando el sujeto quería estar solo. Aquello debió haberlo molestado y por ello me acechaba.
- No fue mi intensión molestarte – Intenté sonar lo más arrepentido que podía – Discúlpame.
- ¿Discúlpame? – Escupió el hombre – De esto no hay disculpa, de esto solo hay una salida – El sujeto caminó hacia mi tan cerca que pude sentir su aliento en mi rostro – Debes morir.
Aquel sueño fue el más corto de todos los que tuve, decidí pedir ayuda a mis padres.
No sabía si aquello era real, ¿Acaso me había imaginado todo? Nunca me caractericé por ser imaginativo, mi padre de todos modos lo tomó bastante tranquilo; “Ya se le pasará, solo trata de llamar la atención”, “Ese muchacho no ha visto lo que yo he visto”; Mi padre sirvió en el ejército por un par de años y ya se cree héroe de guerra, mi madre lo tomó de una manera totalmente diferente.
Visité varios tipos de terapeutas y cada doctor daba un diagnostico diferente, un trauma psicológico, resolvieron el problema de la única manera que resuelven los problemas los doctores, con pastillas. Píldoras para dormir y antidepresivos pasaron a ser parte de mi dieta; funcionaron, dejé de soñar con AL, dejé de soñar con todo.
Aunque dormía seguía sin descansar, no importaba cuanto antidepresivo tomara, sentía mi cuerpo más pesado cada día como si la vida se me escapara poco a poco del cuerpo. Me dejó de importar mis calificaciones, me dejó de importar mi futuro, me dejó de importar mi familia. El tratamiento lo seguí durante meses hasta que no aguanté más, una noche tomé todas esas pastillas y las arrojé por el drenaje, esa misma noche AL volvió.
El árbol se veía frondoso, el césped empezaba a crecer en aquel campo y el atardecer se veía anaranjado. AL no se encontraba tendido en el suelo como siempre, estaba recostado al árbol como si me estuviese esperando, sus ropas ya no estaban manchadas de sangre ni su rostro. El agujero de bala seguía ahí pero no era más que un enorme orificio negro en su rostro.
- Eres curioso – Me dijo al voltear a verme, su rostro seguía tenso.
- Si, lo sé. Sigo sin entender – Le dije levantándome de la roca, hace tiempo no me sentía tan molesto.
- No hay nada que entender, tú te provocaste esto.
- Eso ya lo dijiste, perturbé tu lugar de descanso, ¡No fue mi intención! ¡Ya déjame tranquilo!
AL se levantó y caminó hacia mí, mucho más firme que la vez anterior.
- No puedo hacer eso, Debes morir.
Me acerqué a él desafiante, intentando enderezar la espalda para parecer más alto pero no importa cuánto me erguía, él era un hombre grande.
- ¿Y quién va a matarme? ¿Tú?
Justo después de hacer esa pregunta me arrepentí de haberla formulado, había dejado que la ira me controlara en ese momento y noté que la respuesta ya la sabía antes que me la dijera.
- ¿Yo?, ¿Cómo esperas que te mate si ya estoy muerto? – AL colocó su mano en mi hombro aun con sus ojos inexpresivos – Debes suicidarte.
Pasaron los meses y los sueños continuaron. Mi cuerpo se desgastaba cada vez más, bajé de peso y mi rostro envejecía a una velocidad pasmosa, en la universidad me empezaron a llamar “El muerto”, si tan solo supieran. Aunque los sueños se volvieron más variados siempre empezaban igual, yo sentado en la roca y él recostado en el árbol. Era entretenido tener con quien charlar durante las noches, en ocasiones eran amenas las conversaciones con AL aunque solo duraran minutos siempre terminaban con aquel tétrico mensaje, “Debes morir”. Pero hubo un sueño en particularmente diferente, el de anoche.
Tan solo empezar noté algo diferente, no me encontraba en la roca. Estaba tirado en el césped ya frondoso que bailaba al ritmo de refrescante brisa, al abrir los ojos veía la copa del árbol sobre mi lleno de vida cubriéndome de la luz del amanecer; por primera vez en mucho tiempo me sentía en paz.
Había algo en mi mano, un metal caliente y pesado, me costó un poco levantarlo sobre mí para poder verla bien; un gran revolver todavía humeante en el cañón. Extrañado me senté para detallar el arma, fue cuando noté la sangre que tenía en el cuello y la ropa. Temblando solté el revólver y toqué mi rostro buscando la herida, tenía un gran agujero en mi sien.
- Parece que ya lo decidiste.
Aquella voz familiar vino de detrás de mí, AL me veía sentado en aquella roca que yo tan bien conocía con una sonrisa en el rostro. Ya se veía completamente curado y había recuperado sus expresiones faciales. El hombre se levantó y caminó colocándose frente a mí, se inclinó y me colocó una mano en el hombro.
- ¿Ya lo entiendes?, Debes morir – El tono de voz con el que me dijo aquellas palabras había sido el mismo de siempre pero su rostro había cambiado, aunque su boca esbozaba una brisa tranquilizadora sus ceño estaba fruncido como si la tristeza y la culpa lo invadiera - ¿Sabes qué fecha es hoy?
Un sonido a lo lejos me hizo mirar detrás de AL quien pareció no percatarse de una mujer de cabello largo que caminaba a lo lejos, no pude ver su rostro.
Desperté de aquel sueño buscando el calendario, hace exactamente un año había conseguido el cuerpo de AL en aquel campo. Regresé a mi cama y me quedé contemplando el techo de mi cuarto por largo rato, ciertamente AL tenía razón, ya lo había decidido.
Hace unos minutos entré al cuarto de mi padre y tomé su revolver. Dejo estas palabras como testimonio de lo que he vivido esperando las encuentren luego de que hayan encontrado mi cuerpo. Solo quiero que sepan que por fin podré descansar.
Me siento mal por aquella chica, espero poder decirle que lo lamento y que no es mi intención hacerla pasar por esto. Supongo que está en nuestra naturaleza, somos muy curiosos… Demasiado.

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